Ya estamos en agosto, y Málaga “la bella”, la de la luz más hermosa, la caracola del sur de Andalucía, viste sus galas de feria.
En
estas fechas la Ciudad del Paraíso, que dijera Vicente Aleixandre, es
aún más un inmenso paraíso: Paraíso de la alegría y de la amistad. Aquí,
el cante, el baile, el color y la diversión se dan la mano en esta
Feria única.
Nuestros
festejos tienen su origen en la reconquista de la ciudad, acaecida por
el año 1487. La primera iniciativa partió del Ayuntamiento que acordó en
1491 celebrar una fiesta anual el día de la Virgen de Agosto, y en 1492
hacerlo el 19, día de San Luis, “en que la ciudad se ganó a los moros”.
Con
mayor o menor regularidad, y en distintas fechas, se vinieron
celebrando festejos en Málaga, pero fue en agosto de 1887 y con el
motivo de celebrar el IV centenario de la conquista de la ciudad por los
Reyes Católicos cuando se recuperan estas fiestas.
Para este evento se programaron gran número de actividades públicas a fin de atraer la participación de los forasteros y las
clases populares. Los espectáculos que se ofrecieron a los malagueños,
fueron: dianas y retretas militares, bailes populares en la Alameda, y
en las Plazas de la Constitución y de la Merced, fuegos artificiales
junto a la Farola, regatas, rifas, certámenes literarios, y dos corridas
de toros en la Malagueta, cuyo cartel lo componían: Rafael Molina
García (Lagartijo), Luis Mazzantini, Rafael Guerra (Guerrita) y Manuel
García (El Espartero).
También se
celebraban actos y funciones religiosas, que consistían en la
propagación del culto y devoción a la Virgen de la Victoria, Patrona de
la ciudad y de la Diócesis de Málaga.
Desde
el pasado siglo XX, hasta nuestros días, se sigue celebrando la feria
en el mes de Agosto, aunque con algunas oscilaciones de fechas y del
lugar de su emplazamiento. Emplazamientos tales, como: el Muelle
Heredia, Paseo Reding, Parque, Martiricos, Paseo Marítimo, polígono de
la Alameda, Carranque, el Viso, Teatinos y el actual Cortijo de Torres.
¿Quién,
de los que contamos ya cierta edad, no se acuerda de nuestra feria en
Martiricos?. La feria de mi infancia, la de los caballitos que suben y
bajan, el látigo y la noria, las cadenas y la ola…
¡Cómo
olvidar al motorista que subía por una pared vertical o el teatro de
Manolita Chén!, delante del cual me paraba a ver los carteles, ya que no
me dejaban entrar. Y, qué decir de las casetas de tiro al blanco y las
tómbolas con su: “siempre toca”, “siempre toca”. Y metías… y te tocaba
la “chochona” de turno. Y los puestecillos repletos de “chucherías”, con las rojas manzanas de caramelo, y las chufas, el coco, los altramuces; y ese dulce algodón pegajoso, que manchaba la ropa y te daba carraspera, pero que nos sabía a gloria bendita.
Recuerdo
la caseta de la Peña Malaguista, a la cual me asomaba por entre su
celosía, y aún retengo en mi memoria la imagen de Antonio Machín con su
traje blanco, sus maracas y esa voz de gardenia, evocadora voz de
inolvidables boleros. ¡Ay, feria de mi niñez!, de chocolate y
tejeringos, de chumbos gordos y “reondos”, y de fuegos
artificiales iluminando el cielo malagueño con sus pinceladas
atronadoras de colores. Fuegos soñados y vividos desde la casa de mis
abuelos, al otro lado del Guadalmedina: “Mi feria de la nostalgia”.
Y
esa otra… en el Parque y en el Paseo Marítimo, feria marinera, aromada
por las flores de Puerta Oscura y la brisa de la mar. Con sus casetas:
“Lo Güeno”; la de la juventud, llamada “El Cisne”; y esa tan flamenca,
que era la de “Los Lunares”, a la que iba Lola Flores, Ava Gadner y el
irrepetible Miguel de los Reyes, por nombrar algunas de las muchas
personalidades que allí se daban cita.
…
Y de ahí hasta el momento actual, después de haber disfrutado en todas y
en cada una de ellas, desde Carranque al Viso, o en la de Teatinos,
-donde estuvo ubicada durante diecisiete años-, y en la feria del Centro
con su apogeo de los primeros tiempos: las calles repletas de
banderolas y guirnaldas, los coros rocieros y nuestros verdiales, el
abanico multicolor de los trajes de gitana, el baile en cualquier
esquina, el vino, el jamón, el calor… y la hospitalidad, que por algo
reza en el escudo de Málaga. Sobre todo la hospitalidad, -condición
innata del pueblo malagueño- y esa alegría desbordante, con la que
atrapa a los que nos visitan. Todo se conjuga para que nuestra feria sea
una de las mejores.
El Cortijo de Torres está precioso de noche y día
con esas calles tan amplias, rotuladas con los nombres de artistas de
la tierra: la Trini, el Piyayo, la Paula etc. etc., por donde pasean
garbosos los caballistas a la luz del sol; sol que no se apaga con la
llegada de la oscuridad, pues es reemplazado por las miles de bombillas
que convierten el recinto ferial en un ascua de luz brillante y
acogedora, como esas casetas que cada año engalanan,
a más y mejor, cada una de las peñas de Málaga, que asientan sus reales
en el Real y te reciben con los brazos abiertos como si fueras uno más
de la familia. Porque así es nuestra Feria, especial entre las
especiales, europea y abierta, donde se mezclan diversidad de gentes,
culturas y folclores; y conviven el pop y la canción española, el rock y
los verdiales, la salsa y el flamenco, que aquí todo tiene cabida, y la
máxima es disfrutar y compartir con propios y extraños estos festejos que, con tanto orgullo e ilusión, ofrece la tierra malagueña.
Por
eso: ¡Vamos a la Feria!. ¡No dejemos pasar la ocasión!. Sigamos yendo,
año tras año: a los fuegos, al pregón , a la romería de la Victoria, a
los toros, al Centro y al Real… hasta que el cuerpo aguante.
Carmen Aguirre
Publicado en el libro de Feria de la Peña Abadía
Agosto 2004
SE ENGALANA PA’ SU FERIA
Cuando llega el mes de Agosto,
toda Málaga se afana,
saca sus mejores galas.
Porque comienza su feria,
¡la más bonita y galana!,
la feria de la amistad,
del donaire y de la gracia.
Y como “Ella” es presumía,
quiere un traje de
gitana;
hecho de cielo y de mar,
de sol y de luna clara.
Una enagua con volantes,
de encajes de espuma blanca,
y un mantoncillo de brisa
con hojitas de albahaca.
Un collar de caracolas
y unos zarcillos de plata,
hechos con boqueroncillos
que brillan como la nácar.
Zapatitos de romero,
¡verdes como su esperanza!,
una biznaga en el pelo
y por peina la Alcazaba.
¡Y engalaná pa´ la Feria,
ya está, Málaga la guapa,
para recibir a todos,
llena de garbo y de gracia!
Carmen Aguirre
1º premio “Feria de Málaga” Agosto 1997
Sindicato Nacional de Escritores Españoles
Recibiéndo el catavinos de plata de manos de Paco Campos (propietario de Bodegas El Pimpi)
Preciosa entrada Carmen.
ResponderEliminarLo triste es que todo ha cambiado muchísimo, y creo que para mal.
Si bien el Real está muchísimo mejor desde hace unos años, el ambiente de la mañana, sin embargo, resulta patético.
Yo era de los de pasear y bailar con mi traje (a pesar del calor) y disfrutaba con el flamenco, con las seguidillas, la caña rociera, las castañuelas... pero hoy ya no se puede. Sí señor, una lástima.
Leyendo esta entrada me has traído muchos recuerdos.
Es verdad mi querido Juanjo, que ha cambiado totalmente.
EliminarYo también era de bailar por las esquinas , y en diferentes casetas del Centro, y en mi Peña Juan Breva... y nos cocíamos como las batatas........... pero nos vestíamos ¡¡y a lucir palmito!! Yo hace 5 años que no voy al Real....... y al Centro sólo a mi Peña, pero los recuerdos de tiempos pasados, se nos quedan para siempre grabados.
Un beso grande